El arrepentimiento puede que no resulte tan difícil, pues, dentro de la intimidad de nuestro corazón y escondido en el silencio más profundo de nuestra singular individualidad, las cosas se ven mejor y el arrepentimiento no nos exige gran dificultad. Los verdaderos obstáculos empiezan a presentarse con la propia dureza de nuestro corazón a la hora de llevar a cabo la acción del arrepentimiento y manifestarlo ante los demás.
Es, cuando tenemos que hacer público, ante la persona ofendida o no escuchada, ese reconocimiento a la advertencia de nuestra empecinada equivocación. Entonces descubres que tiene mucho sentido la humildad que reiteradamente has escuchado como muy necesaria para seguir al Señor. Sin ella es imposible llegar a lo más profundo de tu corazón y tener un verdadero y sentido arrepentimiento.
Un verdadero arrepentimiento que trasciende tu intimidad y se manifiesta ante los demás en las personas ofendidas o rechazadas. Es, ese momento, cuando experimentas estar dispuesto a levantarte y regresar a la Casa del Padre. Regresar a esa Casa donde puedes abrir tu corazón a ese Infinito Amor Misericordioso del Padre y entregarte en sus Manos.
Dame, Señor, esa actitud de dolor y arrepentimiento para, igual que aquel hijo pródigo, levantarme reconociendo mis pecados y emprender el camino de regreso a Casa. A esa Casa que hoy es la Iglesia, Padre y Madre, que me espera en Xto. Jesús. Porque, el Dios revelado por Jesús, es Padre y Madre a la vez, que nos acoge en la Santa Madre Iglesia, fundada por el Hijo en los cimientos de los apóstoles y abierta al perdón y la misericordia de todos aquellos, sus hijos, dispuestos al regreso.Gracias, Señor, por la Iglesia y por tu espera paciente, amorosa y misericordiosa. Amén.