Por una mujer, Señor, y a través de ella, tomas, Tú, Señor, naturaleza humana para encarnarte como un hombre cualquiera sin hacer uso de tu condición Divina. Es también, Señor, una mujer que persevera, cree en Ti y se sostiene firme, a pesar de las dificultades, hasta el último momento al pie de la Cruz donde Tú, Señor, estabas siendo crucificado.
También, Señor, es a una mujer a la que anuncias tu Resurrección. Y la envías a anunciar a tus apóstoles, encerrados y muertos de miedo, que vayan a Galilea para encontrarse contigo. Es, pues, evidente que las mujeres han tenido un papel muy importante en la proclamación de la Buena Noticia y, por supuesto, en la Vida de nuestro Señor Jesús y en la continuidad de la Iglesia en el mundo.
También observamos como María, una mujer y la Madre de Dios, es el centro y la primera animadora del comienzo de la Iglesia en torno a los apóstoles y a su misión evangelizadora. Y, la historia, nos va descubriendo como muchas mujeres escribieron páginas muy importantes desde Abraham hasta nuestros días. Sería inimaginable pensar en una Iglesia masculina, aunque el ministrio sacerdotal esté reservado para el hombre, porque así lo dispuso Jesús, que fue el primer defensor de la mujer equiparándola en igualdad y dignidad al hombre.
Pidamos al Espíritu Santo la sabiduría de entender el papel de cada uno dentro de la Iglesia y, sobre todo, pidamos por la familia, para que sean espacios de enseñanza, testimonio de verdad y amor fraterno entre los hombres y mujeres que forman la Iglesia de Jesucristo. Amén.