No es cuestión de razonamientos, ni tampoco de milagros. Ya están hechos. Jesús ha sido presentado por el Padre en el Jordán, en su Bautismo, y testigo de ello fue Juan el Bautista. A partir de ahí, Jesús nos revela su misión, que no es otra sino cumplir con la Voluntad del Padre. Un Padre, nos dice, que es Amor y que sin Él no podemos llegar a su Hijo, nuestro Señor Jesús.
Sucede que en muchas ocasiones pretendemos llegar a Jesús por nuestra cuenta y con nuestro propio esfuerzo, sin embargo eso nos es imposible. Necesitamos el auxilio del Espíritu Santo, que el Padre ha enviado, en ausencia del Hijo, para que nos asista y nos ilumine para acercarnos a su Hijo. El mismo Espíritu que bajó sobre Él en su Bautismo en el Jordán.
Es esa el centro de nuestra petición, pedirte, Señor, que nos llene del Espíritu Santo para fiarnos de la Palabra de tu Hijo Jesús. Danos esa sabiduría que está por encima de nuestra razón y carnalidad para ver, por la acción del Espíritu, la Divinidad de nuestro Señor Jesús.
No permitas, Señor, que nuestra razón nos pierda alentada por el demonio, que trata de seducirnos presentándonos que eso de comer tu carne es un disparate que nadie puede tragarse. Ilumina nuestra mente para fiarnos con confianza de tu Palabra, pues en ella ponemos todas nuestras esperanzas. Aleja de nosotros toda tentación de razonar nuestras dudas e interrogantes de querer entenderte y comprender tu existencia. Eres un Dios inefable que nosotros, tus criaturas no podemos abarcar. Eres insondable y nuestra pequeñez nunca podrá comprenderte.
Danos, Señor, la humildad de comprender nuestra pobreza y nuestra miseria, y la sabiduría de reconocernos simples y sencillas criaturas que, creadas por Ti, sólo tendrán descanso, siguiendo las palabras de san Agustín, cuando descansen, valga la redundancia, en Ti. Gracias Señor. Amén.