Creo que todos nos deberíamos de hacer esta pregunta, ¿qué conseguiré y que me puede dar este mundo? Claro, para hacérnosla debemos apartarnos un poco para poder pensar, serenarnos, y en silencio y paz interior hablarnos a nosotros mismos. Quedarnos en medio del ruido de este mundo nos será muy difícil hacer una reflexión seria y consciente.
Nos puede ayudar fijarnos en nuestros antepasados. No los lejanos, sino los inmediatos a nuestras propias raíces. Mis padres, por ejemplo. Mis abuelos y otros conocidos de familias próximas, conocidas y amigas. La vida de este mundo se termina, se rompe, se quebranta. Y, a veces, ante de lo que pensamos. ¿Qué sentido tiene el trabajo y los afanes de cada día para terminar, en el mejor de los casos, viejos, olvidados e inservibles? ¿Para quién y para qué todo nuestro trabajo y desvelos?
Hecha esta seria y profunda reflexión, quizás estemos en situación de darnos cuenta que lo verdaderamente importante es la eternidad. Esa eternidad dichosa de la que nos habla Jesús y que también sentimos en lo más profundo de nuestro interior. Luego, llegados a este punto, ¿no valdría la pena indagar, conocer y acercarnos un poco más a ese Jesús que me habla, con su Vida y Palabra, de esa Vida Eterna que yo llevo dentro de mi corazón y deseo enormemente?
¿No nos convendría alimentarnos de ese Pan de Vida Eterna del que nos habla Jesús? ¿No es lo suficiente seria su Vida, sus Obras y Milagros, para que le dediquemos, al menos, un cierto tiempo de nuestra corta y miserable vida, a escucharle, leerle y conocerle? Y, luego, con suficiente juicio y conocimiento de conocerle y saber quien realmente es, tomar una decisión de vital importancia.
Sólo me queda decirte una cosa, no lo hagas tú solo, porque tu luz natural y de este mundo no es suficiente. Hazlo acompañado de Él. Te aseguro que no te presionará, ni te exigirá, ni te forzará ni comprometerá a nada. Te dejará plena libertad para que tú decidas, pero, eso sí, si tú se lo pides, Él te iluminarás para que puedas ver y decidir con entera libertad. Amén.