Presumimos de inteligentes, pero no lo somos. Es más, somos torpes y necios, pues cambiamos felicidad plena y eterna por unos cuantos años de vida mediocre y pobre. Y así y todo somos capaces de vender esa invitación plena por una vida más de infelicidad que felicidad. Posiblemente estés pensando que eso no es así, pero, sí sabes una cosa segura, y es que, caso de vivir unos cuantos años, te haces viejo y acabas con la muerte.
Luego, lo mejor y más sabio es preguntarse, ¿dónde vamos? ¿Se acaba todo? Realmente eso no tiene mucho sentido. Después de tanto trabajo y sufrimientos debe haber un premio o castigo. Debe hacerse justicia y poner todas las cosas en su lugar. Eso está escrito dentro de nosotros, pero también ese deseo trascendente de vida eterna.
Pero, lo más importante es la Revelación que nos trae nuestro Señor Jesucristo y que nos prueba su veracidad con su Resurrección. Puedes decir lo que quieras, pero esa es la realidad que nos espera. Estamos invitado al banquete de Vida Eterna y tú te empeñas en rechazar. Es posible que nadie te convenza, pero, al menos, los que creamos y aceptemos la invitación vamos a rezar por ti y por los que la rechazan.
Padre, danos la sabiduría de discernir y comprender que nada de lo que hay en este mundo nos hará feliz. Todo lo de aquí abajo se acaba y se consume y sólo quedarán aquellas buenas obras que hagas con verdadero amor y gratuitas. Y son esas buenas obras las que te darán la entrada a la invitación de ese eterno banquete donde reinará la plena felicidad eterna junto a la mesa del Padre. Pidamos que el Espíritu Santo nos ilumine y nos oriente para aceptar esa invitación. Amén.