Sé, Señor, que estoy esclavizado de las cosas de este mundo. El pecado me somete y me esclaviza y me siento incapaz de ser libre y poder elegir. Sí, Tú me has hecho libre, pero mis pecados me esclavizan y mi naturaleza herida se siente inclinada a las tentaciones que este mundo me somete.
Te necesito para poder alcanzar la libertad, la libertad de los hijos de Dios. Esa libertad que Tú me has dado y que experimento encadenada y esclavizada por los apegos y apetencias de este mundo. Necesito alimentar mi libertad con tu Cuerpo, ese Pan de Vida que Tú me has ofrecido para que Viva Eternamente.
Pero te necesito cada día, porque cada día libro una batalla contra las cosas de este mundo y contra el Príncipe de este mundo que trata de tentarnos y alejarnos de Dios. Y ante él estoy perdido porque tiene poder para vencerme. Por eso, Señor, necesito tu Gracia para salir victorioso de esas batallas. Necesito estar unido a Ti y recibirte espiritualmente cada día para, fortalecido en tu Espíritu, ser libre y rechazar todas las tentaciones que el mundo me ofrece.
Danos Señor la libertad y fortaleza para, despojados de las cosas de este mundo, tener como prioridad poner todo mi ser y todos mis bienes en función de tu amor. Y eso significa ponerlo, porque es tu Voluntad, al servicio de los pobres y más necesitado.
Y ese servicio y disponibilidad está muy lejos de mi capacidad y mi fuerzas si no recibo tu Gracia Señor. Por eso acudo a la fuente Eucarística y a la oración de cada día para encontrar la fortaleza y la sabiduría de ser capaz de desprenderme de todo para que, libre y ligero como el viento, seguir tus pasos hasta el Reino de los Cielos. Amén.