Nuestra espera no es una espera pasiva, quieta e instalada. No, nuestra espera es una espera dinámica, activa y caminante. Porque queremos nacer contigo cada día a una vida nueva que empieza y se construye desde Ti y para tu Gloria. Una espera que se mueve y crece en amor.
Una espera ardiente y comprometida en edificar un mundo mejor. Un mundo que despierta a mi lado y que mueve mi vida. Un mundo que palpita, vive y muere con sus luchas y pecados. Un mundo que será mejor en la medida que mi espera transmita verdad, justicia y amor.
Por eso, Señor, quiero esperarte preparando un corazón para que puedas encontrarte acogido, confortable y a gusto. Y eso lo hago no llenándolo de regalos, fiestas y banquetes, sino de sonrisas, servicio y obras buenas en beneficio de todos aquellos que lo necesitan.
De ahí que, cada día, tenemos la esperanza y la oportunidad de vivir una alternativa nueva. Una alternativa a nacer en el amor y a vivificar con nuestro ser y obrar esa porción de mundo que nos toca vivir desde nuestra humilde situación. Sin perder de vista, como Juan el Bautista, que es la Gracia de Dios la que hace el milagro de convertirnos y de transformar nuestro humilde y miserable corazón.
Te damos gracias Señor por darnos estas oportunidades, y te pedimos que nos des la sabiduría de saber aprovecharlas y ponerlas, por tu amor, en función de todos aquellos, preferentemente, pobres y excluidos, que la necesitan. Amén.