Soy consciente de que mi verdad no coincide en muchas circunstancias con la que mora y vive dentro de mi corazón. Me explico, a veces, y de eso soy consciente, digo una cosa, pero no coincide simétricamente con lo que dice mi corazón. La coherencia exige que lo de afuera coincida con lo de dentro. Es decir, que lo que transmiten mis actos, mis obras y cumplimientos estén en estrecha y exacta correspondencia con lo que dice, siente y quiere mi corazón.
Y de eso me confieso y me arrepiento. La vida consiste en ese esfuerzo de cada día. Se trata de ir ajustando lo de afuera con lo de dentro. De ir logrando que lo que expresas exteriormente se corresponda con lo que se dice interiormente. Afuera y dentro debe ser la misma imagen. Y eso es una batalla diaria y un esfuerzo a seguir unido e injertado en el Señor. Pero, ¿con qué armas?
Ahí no podemos equivocarnos y rendirnos a las seducciones del mundo, demonio y carne - cizaña - que crece junto a nosotros y que, si no estamos vigilantes, entra también en nuestro corazón y crece junto a la buena semilla con la amenaza que, si desesperamos, podemos, al arrancarla, llevarnos también el trigo. La paciencia es la regla a seguir. Paciencia y confianza son los ingredientes que nos darán la fortaleza y la fe para, injertados en el Señor, el Buen Labrador, cultivar la buena semilla que dará los frutos buenos y esperados.
Por todo ello, pedimos la Gracia de abrir, Señor, nuestro corazón, a tu Palabra y a tu Misericordia. Te pedimos, Señor, la fortaleza de, sabiéndonos pecadores, tener la humildad de confiar y ser pacientes a tu Gracia, para ir limando y desechando las impurezas de nuestras malas intenciones y, purificado nuestros corazones, hacer coincidir nuestras palabras con nuestras obras y cumplimientos. Señor, que nuestra imagen sea y se corresponda con las buenas intenciones, desechadas las malas, que guarda nuestro corazón. Amén.