Seguro es que me confieso seguidor tuyo, Señor. Y, también, que confieso mi fe en Ti, pero ya no estoy tan seguro de seguirte hasta comprometer mi vida y entregarla por Ti. Esa es mi intención y mi deseo, pero, llegado el momento, no confío en mis propias fuerzas y me asaltan dudas y temores.
Hoy quiero aprovechar la oportunidad de este blog, para suplicarte que me des las fuerzas necesarias para serte fiel y responder, con todas las consecuencias, a tu pregunta con firmeza y decisión. Supongo que llegado el momento de tribulación y temor, el Espíritu Santo nos dará la fortaleza y valentía para enfrentarnos y soportar los sufrimientos y sacrificios que la vida nos presente. Confiamos en ello.
Volviendo la mirada atrás, observamos como muchos que nos han precedido, han soportado sufrimientos y violencias con entereza, paciencia y hasta con paz. No podemos explicárnoslo sino desde la fuerza del Espíritu Santo que les asiste y les ayuda. Y eso te pedimos hoy, Señor, que no perdamos la esperanza y confiemos en tu Palabra. Aumenta nuestra fe, Señor.
Y danos todas las regañinas de las que somos merecedores, para despertarnos, abrir los ojos y seguirte con paso firme. Si, Señor, Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo. El que, enviado por el Padre, nos ha revelado su Amor y su Infinita Misericordia. Si, Señor, Tú eres el Salvador, el Mesías prometido. Aquel que el Padre señaló en el Bautismo de Juan y manifestó su complacencia y predilección.
Tú, Señor, eres el esperado, en anunciado por la Ley y los profetas. Y en Ti, Señor, confiamos y creemos. Nos ponemos en tus Manos y te seguimos sin rechistar, tal y como Tú nos dice, porque no somos nosotros nadie para exigirte ni para cambiar tus proyectos y planes. Tu Palabra, Señor, es Palabra de Vida Eterna.
Solo te pedimos, Señor, que nos llenes de tu Gracia, para que nuestros corazones se inflen de ese Amor que Tú nos das y que nosotros debemos corresponder dándolo también gratuito como Tú nos lo das. Amén.
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