Nuestro camino es un camino de petición. Señor, pedirte sin descanso,
sin desfallecer y confiado en tu respuesta. Pues, ya sabemos, por tu Hijo
Jesús, nuestro Señor, cuanto nos amas. Y queremos pedirte que nos revistas
nuestros corazones de ese amor que Tú eres y que nos das.
Revístenos, Señor, de un amor puro, entregado, disponible; de un amor
dispuesto a darse y a acoger. Un amor paciente y confiado. Un amor como el que
Tú, Señor, nos das y nos has testimoniado y enseñado. Un amor sobre humano, que
no sea d este mundo. Porque el de este mundo es un amor impuro, contaminado,
caduco; un amor que se vende, exige recompensa y no se da gratuito. Es un amor
que se paga y no perdona.
El amor que exima de todas las culpas y que cura todas nuestras enfermedades. Un amor, Señor, como el Tuyo, que nos acerque al hermano en actitud de misericordia y de servicio. Por eso, Señor, somos conscientes que estamos muy lejos de amar así, como Tú nos amas. Nos quedamos prendados al descubrir y observar tu acogida tal cual se pinta en el cuadro de Rembrandt. En el que se ve cómo el hijo que regresa, desvalido
y hambriento, es abrazado por un anciano, con dos manos diferentes: una de
padre que le abraza fuerte; la otra de madre, afectuosa y dulce, le acaricia.
Dios es padre y madre...
Eso nos conforta y nos llena de esperanza. Eso nos anima a confesarnos, en el Sacramento de la Penitencia, también como malos hijos, que hemos pecado y que acudimos a Ti con la esperanza de sentir y experimentar tu abrazo, tu acogida y tu amor. Y, por tu Gracia y Amor, participar en la fiesta del banquete Eucarístico que nos alimenta y nos sostiene y nos devuelve al camino de la vida. Verdadera Vida Eterna en la Casa del Padre. Amén.
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