¿En quién me fijo y a quién sigo? ¿Hay alguien en quién me pueda mirar y que me sirva de modelo? ¿Alguien puede servirme de guía y de luz para que pueda encontrar el verdadero camino, verdad y vida? Nadie de naturaleza humana puede realizar esa misión, por muy santo que sea. Puede, eso sí, darnos testimonio y buen ejemplo, animarnos y servirnos de ayuda, pero nunca ser modelo ni guía, porque su alma, como la de cualquier terrenal, está herida y tocada por el pecado.
Sólo Tú, Señor, el Hijo de Dios Vivo, bajado del Cielo y encarnado en Naturaleza humana sin abandonar la Divina, puede ser mi verdadero guía, mi verdadero camino, mi verdad y mi vida. Tú, Señor, eres la Luz que me alumbra en todos los instantes de mi vida y me conduce a pastos abundantes que dan plenitud y gozo a mi alma. Tú, Señor, eres mi norte, mi lámpara que alumbra y guía mis pasos.
Dame, Señor, la fortaleza, la sabiduría, la paciencia, la perseverancia y la capacidad de amar, para, siguiéndote, reflejar en mi vida tu Amor y tu presencia que dé testimonio a todos aquellos que se cruzan en mi humilde camino. Por eso, Señor, te doy gracias por anticipadas, porque sé que me escuchas, y me abandono a tu Gracia suplicándote que tenga siempre la fortaleza y sabiduría de no dejar de seguirte y mirarme siempre en Ti, Señor.
Porque, yo quiero que Tú seas siempre mi Luz, mi Camino, mi Verdad y mi Vida, para que toda mi vida esté fundada y apoyada en tu Palabra y en tus mandatos. Dame la clarividencia de ser dócil a tu Palabra y la perseverancia de acatar tus mandatos, que son lo mejor para mi bien y mi felicidad. Apartame, Señor, de los malos ambientes y tentaciones y dame la entereza y la necesaria humildad para siempre darme cuenta de que soy tu criatura, a la que, sin poder entenderlo, Tú quieres inmensamente. Gracias, Señor, porque, a pesar de ese gran misterio, yo quiero confiar en tu Palabra y en tu Amor.
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