En el bautismo dejamos de pertenecer a este mundo de pecado. Estamos en el mundo porque nuestra humanidad pertenece al mundo humano, pero no formamos parte de él en cuanto el mundo se opone y rechaza el amor de Dios. Entre los tres peligros del alma se citan al mundo, al demonio y la carne, pues bien, el mundo es un peligro que vive cada día en constante amenaza contra aquellos que creen y siguen al Señor. Por eso decimos, en ese sentido, que no pertenecemos a este mundo.
Hoy tenemos la Palabra del Señor Jesús, que siempre se cumple, de que ruega al Padre para que nos proteja mientras andamos por este mundo: No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Y eso nos da confianza y seguridad. Sabemos que no estamos solos y que con la Gracia del Espíritu Santo, enviado por el Padre, podemos vencer todos los obstáculos que el mundo nos presenta.
Por eso, Padre, te pedimos que nos des paz, sabiduría y fortaleza para superar todas las tentaciones que le mundo nos ofrece capitaneado por el Maligno. Tienen fuerte poder de seducción y nuestra débil naturaleza humana se siente atraída e inclinada a dejarse tentar por estas apetencias propias de su naturaleza que le alejan de tu amor y de ser dócil a tu Palabra.
No queremos, Padre, obedecer al mundo sino ser fieles a tu Palabra. Sabemos de las dificultades y por eso no queremos quedarnos solos y a merced del mundo, sino estar contigo y junto a Ti. Y eso lo conseguimos cuando estamos reunidos con los hermanos en la comunidad. Cuando participamos en la liturgia Eucarística y perseveramos unidos en la oración. Así somos fuertes y el mundo no puede con nosotros.
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