El camino de la vida consiste en la búsqueda de la verdad. Si nos paramos y pensamos un poco, nos damos cuenta que perseguimos la verdad sin desmayo. Todos nuestros movimientos están dirigidos a la verdad. ¿Acaso podemos vivir sin la verdad? La verdad nos cuestiona y remueve nuestra conciencia, hasta el punto de agitarla, despertarla e intranquilizarla y desvelar todo secreto que trata de ocultarla.
Sin embargo, el hombre no consigue despejar su horizonte. Es víctima de sus propias esclavitudes y se hunde en su propio lodazal de mentiras y oscuridades. Y no encuentra la luz que pueda alumbrarle el camino que le emerja de ese profundo pozo de hipocresía, falsedad y mentira. Necesita ayuda; necesita luz, pero no busca donde pueda encontrarla sino afuera, donde no hay sino tiniebla y oscuridad.
El hombre se pierde en su propio mundo, porque no ha sido creado para este mundo, sino para otro, que no tiene final, porque es eterno. Éste se acaba y si se queda en él habrá perdido la oportunidad dichosa de ser eternamente feliz en plenitud. Toda su vida quedará sumida en la mayor de las angustias y los peores sufrimientos. Su salvación depende de recibir la luz, y ahí entra la buena noticia del Evangelio de hoy:
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».
La buena Noticia es que tenemos al Espíritu Santo, y Él nos guiará y nos dará todo lo que necesitamos para encontrar la verdad y el buen camino. No la verdad a media, sino la Verdad completa que se irá revelando en cada uno de los que se abren a su acción. Pidamos esa Luz que está dentro de nosotros, lugar donde debemos buscar, y pidamos para que todos los hombres desorientados, esclavizados por los afanes del mundo y sus placeres, busquen la verdadera luz, no la del mundo, opaca y caduca, sino la Luz que nos viene dada en el Espíritu Santo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario