La algarabía, las luces, el ambiente festivos, la música, incluso de los villancicos las felicitaciones y todo el entorno que invita a los regalos, al consumo y a la alegría y diversión van dejando la celebración del nacimiento del Señor en una pura anécdota que se repite cada año. Importa la fiesta, los regalos, los premios de la lotería y todo lo que indique diversión y consumismo. Las compras y los regalos acaparan nuestra principal atención y lo sucedido en Belén se va apagando.
Realmente, así sucedió en nacimiento del Señor. Fue sencillo, silencioso, nada destacado ni publicitado. No hubo luces ni algaravía. Simplemente, fueron los pastores los que presenciaron el momento del nacimiento y los canto de los ángeles. Algo tuvieron que percibir también los reyes venidos de oriente, pero el mundo poco supo y nada notó. Incluso Herodes poco sabía al respecto y, desorientado y temeroso de perder su reino ordenó la matanza de los santos inocentes que celebramos ayer.
Se hace necesario estar siempre activos y en lucha. No asustarnos, pero si preocuparnos. El demonio está al acecho y aprovecha estos momentos en que podemos relajarnos y dejarnos llevar por el ambiente festivo y hedonista para alejarnos de la presencia del Señor. Pidamos, como Simeón, ver al Señor y estar atentos y perseverantes a su venida en nuestras vidas. El Señor nace cada día con renovadas esperanza en nuestros corazones. y nos invita a renovarnos también interiormente en el compromiso de amar a nuestros semejantes.
Pidamos estar en vela y atentos y a la escucha de los impulsos del Espíritu Santo para, dirigidos por Él. encontrar y descubrir la presencia del Señor en los hermanos, sobre todo en los necesitados, pobres y desamparados. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario