A lo largo de tu vida, quizás, dándote o sin darte cuenta, irás descubriendo en tu hacer y obrar que tienes muchos de tu padre y madre. Sobre todo de tu madre, porque pasas mucho tiempo con ella y porque, su vientre ha sido tu casa durante nueve largos meses. Está unido de forma especial a ella y mucho de ella anidará en tu corazón.
Ahora, ¡qué gran misterio el de María, Madre del Señor! Jesús fue educado por ella, y también por José, su padre adoptivo. De ellos ha recibido humanamente mucho en su naturaleza humana. Son sus padres y convivió con ellos un largo tiempo. De ahí podemos deducir la gran importancia de sus elecciones. Tanto María como José eran personas llenas de virtudes y de Gracia venidas de Dios. Pero, al margen de eso, siendo criaturas libres como todos nosotros, respondieron con obediencia y firmeza al Plan ideado por Dios.
Son ejemplos claros y modélicos para todos nosotros. Y nada mejor y oportuno que pedirle a María y José, nuestra Madre del Cielo y nuestro padre adoptivo como lo fue de Jesús, que intercedan por cada uno de nosotros para que seamos obedientes y decididos en responder a la Voluntad de nuestro Padre Dios como lo fueron ellos.
Madre Santísima, Madre Dios y Madre nuestra, enséñanos a rezar, a hablar con tu Hijo, y a estar disponible y atento a lo que Él nos pide según la Voluntad del Padre del Cielo. Madre Inmaculada, intercede por nosotros para que, acompañada por tu ternura y sencillez, sepamos comportarnos, permanecer unidos y dóciles a la que el Padre quiere de nosotros.
Acompáñanos, Madre, en esos momentos donde tendremos que discernir y descubrir el camino para, dejando lo que nos separa e imposibilita obedecer a Dios, respondamos como tú con un Sí firme y decidido al proyecto que el Señor quiere de cada uno de nosotros. Amén.
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