No sólo cuenta mi cuerpo, Señor, sino también mi alma. Mejor, diría que mi alma es lo verdaderamente importante y lo que más interesa cuidar y salvar. Sin embargo, aparentemente vive como escondida en mi cuerpo que se hace más visible y más notorio por el dolor y el sufrimiento. No obstante, el cuerpo es corruptible y el alma eterna. Con esto está dicho todo. Por eso, Señor, te pido, por tu Gracia y Misericordia que permanezca eternamente junto a Ti.
Y ese querer, Señor, pasa por pedirte que me limpies de todo pecado que pueda condenar mi alma a estar separado de Ti, mi Señor. También, porque el dolor me hace sufrir, de toda enfermedad que me aleje de tu presencia y sostengas mi alma pura, alimentada, fortalecida en tu Espíritu para que cuando decidas llamarme tenga mi lámpara bien asistida por el necesario aceite - la fe - e iluminada y encendida para aguardar tu llamada bien preparado y listo a acudir a tu requerimiento.
Soy consciente, Señor, de todas las dificultades que el mundo, demonio y carne me ponen en mi camino. Soy consciente de tantos peligros y de tantos fallos, errores y pecados por mi parte. Soy débil, Señor, y necesito ir bien acompañado. Envíame y dame a conocer a aquel que me ayude y oriente en mi camino. Tengo miedo de ir solo, pues necesito a alguien que me ayude a sostenerme, a soportar y sortear las enormes piedras que me encuentro en el camino.
Espíritu Santo, oriéntame y señálame por dónde tengo que, y con quien, ir, para caminar fortalecido y bien apoyado frente a las tentaciones de este mundo, del demonio y de mi propia carne. El peligro es inminente y necesito tu cercanía y ayuda. Amén.
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