Nuestra tendencia es trepar y ocupar los primeros
puestos. Lo hemos visto en los apóstoles cuando discutían por los primeros
puestos. Y es que nuestra naturaleza nos empuja a ese deseo de mandar, de ser
más que el otro, de ocupar los cargos más alto. Experimentamos vanidad e
incluso soberbia y nos resulta difícil ser humildes. Esa es nuestra lucha y
nuestra batalla de cada día.
Porque, nosotros sentimos que no queremos ser así y
que esas inclinaciones no nos satisfacen al final como deseamos y nos ponen
tristes y nos hacen sufrir. Queremos ser humildes y experimentamos que, a pesar
de nuestros buenos deseos, nuestra avaricia nos puede y nos resistimos a
mantenernos en la humildad y la sencillez. Es esa la actitud que queremos
experimentar y vivir y es eso lo que tratamos hoy, Señor, de pedirte. Danos un
corazón sencillo y humilde porque nosotros no podemos transformarnos sin estar
en Ti y Tú, mi Señor, en nosotros.
Por todo ello, Señor, nos abrimos a tu Gracia y
esperamos confiado y convencido de la acción de tu Espíritu en nosotros.
Porque, Señor, sabemos que nos amas y que quieres transformar nuestros
corazones como el Tuyo. Por eso, Señor, aguardamos pacientemente a tu Amor y
Misericordia en actitud de disponibilidad para que Tú dispongas de nosotros y
nos transformes según tu Voluntad.
Nosotros, Señor, no podemos hacer méritos ni nada que
pueda merecer tu Gracia. Todo es obra Tuya y sólo nos queda, por la libertad,
que Tú también nos has dado, esperar pacientemente a que Tú disponga cuando,
como y donde quieras convertir nuestros corazones. Amén.
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