Hoy, Señor, quiero, primero, darte las gracias por la vida que me has dado. Segundo, por darme cuenta de la necesidad de darte las gracias y descubrir todo lo que se ha recibido. Gracias por este don de, si no bien, si, al menos, entendible de poder escribir mis humildes oraciones y reflexiones. Y, sobre todo, gracias por sentir esa necesidad de hacerlo y de decírtelo.
Gracias por sentir la inquietud de buscarte desde edad muy temprana. Gracias por confiar en tu Poder y tu Palabra. Gracias por amarme, no sólo de Palabra, sino con obras, sobre todo desde la entrega generosa de tu Vida. Gracias por hablarme tan claro, como el Evangelio de hoy. Gracias, porque, aunque mi vida está tan lejos de cumplir con lo que Tú me dices y me has demostrado con tus obras, yo creo en tu Palabra y, a pesar de mis pecados, debilidades y fracasos confío en Ti y me entrego en tus brazos para que seas Tú quien me transforme ese corazón mío endurecido e individualizado en un corazón como el Tuyo.
Gracias, Señor, Gracias, porque, aunque todo mi ser no puede entenderte ni comprenderte, Tú eres la razón de mi vida y sin Ti no sabría entender este mundo absurdo que te da la espalda. Gracias, Señor, en tus Manos me abandono. Amén.
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