Está claro que si he venido a este mundo es para una misión. Una misión que a lo largo de mi vida debo de ir descubriendo. Es verdad que solos nos será imposible, pero auxiliados y abiertos a la acción del Espíritu Santo encontraremos la respuesta a esa misión que desde nuestro nacimiento, como sucedió con Juan el Bautista, nos ha sido encomendad. De acuerdo que a todos no nos ha sido encomendada una misión igual, pues en la parábola que nos atañe vemos que el Señor a uno dio tres talentos, a otro doy y uno sólo al último. Significa eso que, queriéndonos a todos por igual, a cada uno le encomienda misiones de diferentes responsabilidades e importancia.
Cada cual tiene su cometido y para ello ha recibido unos talentos. Talentos necesarios para esa misión que tú y yo hemos recibido. Y eso es lo verdaderamente importante, descubrir, que aunque pequeña, yo tengo una misión de la que responder ante Dios. Y esto es lo que yo quiero significar y traer a este rincón de oración y pedirte que me des la sabiduría de descubrirlos para ponerlos al cien por cien a tu servicio en y para el bien de mis hermanos. Esa es la petición que quiero poner delante de ti. No para vanagloriarme sino para servirte con todo mi ser, con todas mis fuerzas y con todo mi mente.
Señor, que me dé cuenta de lo mejor que tengo para ofrecertelo, en los hermanos, a tu servicio. Y, también de los peligros y tentaciones, por mis flaquezas y pecados, que me impiden servirte y ponerme en tus Manos, para someterlas y arrojarlas fuera de mi vista. Es esa, Señor, mi súplica de hoy y de las que no quiero pasar página, porque igual que to lo digo al terminar la reflexión caigo en el olvido.
Señor, mi tiempo se acaba y debo de darme prisa en negociar mis talentos recibidos antes de recibir tu definitiva visita.En tus Manos pongo mi vida y te suplico que aumentes mi fe y llenes mi corazón de auténtica humildad y generosidad.
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