El Evangelio de hoy domingo es escalofriante. Siento el temor de Dios, y no porque tema su castigo, pues mi Padre Dios me ama y quiere salvarme y me ha salvado entregando a su Hijo, sino por que yo no esté a la altura de aceptar su propuesta. Pido al Espíritu Santo que ese don de temor de Dios me proteja y me dé la fortaleza para vencer mi apatía, mi desidia, mi comodidad y me abulia.
No puedo comprender lo ciego que estamos ante el gran Tesoro que ponemos en riesgo. Nos estamos jugando la Vida Eterna a cada instante de nuestra vida, como si de una partida de póker se tratara y con el agravante de no saber lo que ponemos en juego y lo que podemos perder. Se trata de nuestra felicidad eterna. Esa felicidad que buscamos ignorantemente cada día en las caducas cosas de este mundo.
Danos, Señor, la sabiduría de darnos cuenta y la fortaleza de aceptar seriamente y responsablemente tu propuesta de salvación. Danos la fortaleza para poder entrar por la puerta estrecha, esa puerta estrecha que exige vivir en la verdad, en la justicia, en la solidaridad con aquellos que sufren, que padecen y que son marginados y explotados. Danos la voluntad de ser solidarios y de poner en juego buscando, el bien y la verdad, todas nuestras capacidades y talentos recibidos de tu Mano generosa.
Y, Señor, ten piedad y misericordia de mis pecados, de mis debilidades, de mis errores, de mis vaguedades, de mis comodidades y de mis egoísmos. Endereza mi vida y dame un corazón nuevo que respire tu Amor y me haga cada día mejor persona según tu Voluntad. Amén.
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