Mi humanidad huele a pecado. Un pecado que, por la Gracia de Dios, queda borrado con el bautismo, pero que, a pesar de ello puedo volver a quedar manchado. Mi naturaleza humana es de seducción fácil y tentada por este mundo puedo quedar sometido y esclavizado en sus manos, porque, mi humanidad tiende a satisfacer sus propios egoísmos.
Nos resulta difícil escapar a nuestras propias apetencias, apetitos, pasiones e inclinaciones propias de nuestra naturaleza humana, pero si puedo luchar por cerrarme a ellas y rechazarlas. Claro, si trato de hacerlo desde mis propias fuerzas, con toda seguridad fracasaré, pero, si me pongo en Manos del Espíritu Santo, todo será diferente y con toda garantía venceré, porque, para Dios no hay nada imposible y, en Él nuestra garantía de éxito está asegurada.
Desde ahí no debemos escuchar la invitación a ese Banquete de Vida Eterna nosotros solos, porque el Maligno nos puede confundir y engañar. Lo debemos hacer siempre adheridos al Espíritu Santo, que nos asesora, nos auxilia, nos ilumina, nos da fortaleza y nos guía por el único y certero de la Verdad y la Vida. Y es eso lo que hoy, Señor, queremos pedirte, la Gracia de no rechazar tu invitación a ese Banquete de boda que nos propones y de engalanarnos y adornarnos del mejor vestido del que disponemos para poder ser aceptados y acogidos por tu Infinito Amor Misericordioso.
Gracias, Señor, por darme esa oportunidad de caminar por este mundo, y de poder, pasando por todas las tentaciones y peligros que el camino me presenta, ser invitado al Banquete de Vida Eterna que Tú me preparas. Amén.
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