Reconozco, Señor – soy un pecador – que mi vida y, por tanto, mi corazón están enfermos y contaminados por el pecado, pero, también sé – y me llena de esperanza – que Tú has venido para liberarme, en y por tu Pasión, Muerte y Resurrección, del pecado y, por supuesto, vencerlo.
Yo, Señor, consciente de ello, te pido fortaleza y sabiduría para saber conducirme por los peligros de este mundo e, injertado en Ti, superarlos dejándome conducir y guiar por la acción del Espíritu Santo que, instalado en mi corazón me conduce hacia verdes y buenos pastos que llenarán de gozo y felicidad mi alma y endulzarán mi vida.
Porque, sólo en Ti, mi Señor, podemos liberarnos del pecado y de todo aquello que nos contamina y nos separa de Ti. En Ti confiamos y tratamos de acercarnos a tu Palabra para que, llena de ella, sepamos responder con ese amor que Tú nos das y nos has enseñado. Ayúdanos, Señor, a gozar de tu presencia y a entender que esa felicidad que buscamos no está en el placer y la buena vida, sino en el amor que Tú nos das y en el que, injertado en Ti, demos nosotros también a los demás. Gracias, Señor, convierte mi corazón enfermo por el pecado en un corazón bueno y gozoso en y por amor. Amén.