No hay nada garantizado, y menos ganado. La batalla es constante y al filo de la navaja. Nos podemos cortar al menor descuido. Nunca estaremos seguros de ganarla, porque siempre nuestras fuerzas pueden fallar. Sí, podemos asegurar, que con Jesús venceremos, porque Él nunca falla y es total garantía y cumple lo prometido.
Pero somos nosotros el problema, la debilidad y los que fallamos. Necesitamos, Señor, tu Misericordia, porque por justicia nada merecemos. Sin Ti nada podemos, nos sería imposible. Necesitamos tu Gracia, tu Fuerza, tu Voluntad para liberarnos del pecado, que nos somete y esclaviza.
Imprime en nosotros, Señor, un carácter luchador, fuerte y perseverante para no dejarnos tentar y superar dificultades. Danos la sabiduría del sencillo y humilde que confía y se pone en tus Manos, abandonado a tu Voluntad y Misericordia. Libéranos de los sabios e intelectuales que tratan de comprenderte e interpretarte y dirigir a tus hijos, como se ellos fuesen los guías y salvadores.
Danos simplemente, Señor, la confianza y la fe del sencillo, del inocente y limpio de corazón. Del niño y del humilde que se abandona en los brazos de su Padre. Amén.
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