Subir al árbol en lenguaje, se me ocurre decirlo así, Zaqueoniano, es tener una actitud de búsqueda y encuentro con Jesús. ¿Quién es ese Jesús del que tanto se habla? Imagino que se preguntaría Zaqueo. Y su curiosidad no se paró ahí. Llegado el día de la entrada de Jesús en Jericó, Zaqueo pasó a la acción.
No se quedó en casa. Salió a la calle y viéndose en inferioridad, por su pequeña estatura, para ver a Jesús, tuvo la astucia de subirse a un árbol y superar respetos humanos, ridículos, risas u otros temores que pueden frenar nuestra curiosidad e interés de ver y conocer a Jesús. Realmente Zaqueo quería ver a Jesús.
Pero cuando Jesús, adivinando sus buenas intenciones, le descubrió encima del árbol, le invitó a bajar y le pidió que lo invitara a su casa a comer. Y Zaqueo no se negó. Actitud de acogida. Al contrario, se pudo contento, alegre y hasta orgulloso de que Jesús lo eligiese a él para visitar su casa y comer juntos. No puedo evitar preguntarme: ¿Estoy dispuesto yo también a acoger a Jesús en mi corazón? Porque es esa la invitación que Jesús me hace, quiere vivir dentro de mí activamente y cambiar mi corazón.
Daría todo lo que tengo por conocer esa hermosa conversación de Jesús con Zaqueo. Sí, para eso me pondría en cola todo el tiempo que fuese necesario. Zaqueo cambió su corazón, y derramó generosidad, desprendimiento y justicia. Zaqueo empezó a amar.
Yo, Señor, también quiero cambiar. Quiero escucharte como Zaqueo. Dame unos oídos y corazón como Zaqueo, capaz de cambiar bruscamente como él, y derramar por todo mi corazón, generosidad, justicia y desprendimiento. Es lo que busco en mi vida con más ahínco e interés. Quizás como Zaqueo, pero mi humanidad se resiste, se instala, se acomoda, se avergüenza, se derrumba, y permanece siempre en el mismo lugar. Llevo el cartel de cristiano, pero dudo mucho que lo sea.
Sin embargo, no pierdo las esperanzas y confío en tu Bondad y Misericordia. Estoy aquí, Señor. Subido a mi particular árbol esperando que Tú pases y me invites. Quizás lo hayas hecho ya, pero lamentablemente yo no me he dado cuenta. Dame tu Gracia, Señor, y despiertame. Amén.
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