No me abandonas, pues una muestra de ello es tu preocupación por advertirme del peligro de distraerme y no permanecer atento y vigilante. Te importo, Señor, y me avisas del peligro de no vigilar. Vigilar mi vida, mis acciones y mi corazón.
Porque es dentro de mi corazón donde está la llave para abrir la puerta de mi salvación. Tú has querido que mi salvación dependa de mí. Me la has dejado en mis manos, pero para eso tengo que abrir mi corazón y ponerlo en tus Manos. Porque si trato de administrarlo yo solo, me estaré equivocando y desviándome de tu camino. Necesito la Vida de la Gracia que Tú, Señor, pones a mi disposición para que, tomándola, pueda vencer todos los obstáculos que me salen al paso.
Gracias, Señor, por la vida, por la Vida en mayúscula, porque a través de este tiempo de vida puedo elegir la salvación que Tú me ofreces. Y lo quiero hacer, y para ello me esfuerzo en entregarte mi corazón, un corazón humano, tocado por el pecado, llenos de ambiciones, impurezas y fracasos, pero que en tus Manos será creado de nuevo y limpio para vivir y cumplir tu Voluntad.
Gracias, Señor, porque nos anuncias tu salvación. Salvación que empieza con tu venida al mundo, con tu nacimiento. Es tiempo de salvación, tiempo de adviento, de prepararnos confiados en que un año más nuestros corazones serán renovados y creados de nuevo, mejores, más perfectos y más cerca de Ti.
Danos Señor un corazón agradecido, generoso, solidario y nuevo, que te entregamos para que, en tus Manos, nazca nuevamente. Amén.
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