Casi siempre nos acusamos de no dar testimonio, de no evangelizar bien o de otras muchas cosas, pero lo que ocurre es que falla la fe. Quizás nos falta a nosotros fe para dar testimonio y evangelizar, y quizás también les falta fe a los que no se dejan evangelizar.
Hay pruebas y testimonios de todos los tipos. De quienes reciben testimonio coherente y sincero y de los que no. Tanto en uno u otro caso la respuesta del posible evangelizado es negativa. No hay fe, y si no hay fe no se puede creer ni actuar coherentemente. Así, la mayoría de las respuestas creyentes son aparentes o débiles, que al menor titubeo o tempestad se desvanecen.
De esa forma se explica cómo se aprueba el divorcio y otras relaciones equiparándolas a la familia...etc. Si tuviéramos una fe cercana a la de aquel centurión, nuestras repuestas de fe serían diferentes. Por eso, hoy te pedimos, Señor, que nos aumente nuestra fe y nos ilumine para, confiados como aquel centurión, podamos abandonarnos en tus Manos y responderte tal y como Tú nos pides.
Danos, Señor, sabiduría, paz y fortaleza, y embriagamos de fe. Fe en Ti y en tus Palabras. Queremos ser pacientes, comprensivos, humildes, suaves y buenos, para ver el mundo con los ojos llenos de amor, y responder a tu Amor y a la confianza que Tú pones en cada uno de nosotros. Hasta el punto de entregarte a una muerte de Cruz para salvarnos.
No permitas, Señor, que me fe se debilite y deje de responderte. Porque yo quiero hacerlo, pero el mundo me tienta para que no lo haga. Dame, Señor, la luz que fortalezca mi fe y me agarre fuertemente a Ti. Así podré vencer a los peligros que azotan a mi alma: mundo, demonio y carne. Amén.
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