Una de las mejores manera de celebrar la Navidad es reflexionar las maravillas que se esconden en el canto del Magníficat. Cada frase contiene un estallido de fe y de promesa cumplida que el Poder de Dios refleja en la sencillez y humildad de la jovén María.
Pidamos al Espíritu Santo que, esta Navidad, junto a María, nos esforcemos, por y en la Gracia de Dios, vivir las actitudes que nos transmite María, la Madre de Dios.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre.
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