No cabe duda que la palabra más usada, o al menos que usamos mucho, es amor. El amor está presente en casi todos los momentos de nuestra vida. Y es que sin amor no se hace nada, al menos nada bien. Necesitamos amor en el trabajo, pues las cosas hechas con amor salen mejor. No digamos de los médicos, los maestros, los políticos...etc.
¿Y las familias? Una familia sin amor es una familia sin futuro y condenada a destruirse y morir. La familia necesita estar vinculada, y son los vínculos familiares los que la atan, la mantienen unida y la fortalecen. El amor es el compromiso que la encadena, en el buen término de la palabra, para sostenerla unida en paz, justicia y verdad.
Hoy, la Familia de Nazaret, comunidad de amor, nos descubre el modelo que debemos seguir. Un modelo donde el compromiso de amor garantiza su unidad, su fraternidad, su justicia y su verdad. Un espacio, remanso de paz, donde los hijos, frutos de ese compromiso de amor, encuentra el tiempo para madurar, para formarse, para descubrir el don de dar y recibir y para vivir en la verdad sincera de ser portadores de ese amor que les lleve a constituir otras células familiares que sostengan a los pueblos.
Pidamos a la Sagrada Familia el don de la sabiduría y la fortaleza, para que, como María, sepamos guardar esas virtudes y valores en nuestro corazón que nos ayuden a perseverar en cuidar y sostener unido nuestro amor, vivido en paz, justicia y verdad. Amén.
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