Cuando hablamos de estar vigilantes y preparados solemos pensar en especiales vigilancias y preparaciones. Agrandamos todo aquello que debe ser pequeño y humilde porque nos parece que lo importante y lo valido tiene que ser grande y destacado. Se nos pasa por alto el acontecimiento del nacimiento de Jesús. Nada menos que el Niño Dios, y de que manera se presenta en este mundo.
¿No advertimos lo pequeño, lo humilde, lo inadvertido y silencioso que vino Dios, hecho Niño al mundo? ¿No nos descubre esa forma de anunciarse que lo grande es precisamente lo humilde, sencillo y pequeño? ¿No nos agrada las cosas más cuando son presentadas de forma sencilla y humilde? Pues si es así, busquemos lo sencillo, lo pequeño y lo humilde.
Estar vigilantes y preparados es tratar de vivir en el esfuerzo de cada día, "nuestro pan de cada día", de convivir en paz, con alegría, con disponibilidad de servicio, con entrega generosa, con actitud de esfuerzo y de aceptación, con la sonrisa preparada, buenas intenciones y buenas palabras. Estar preparado es mirar hacia arriba y alumbrar todos los acontecimientos ordinarios de nuestro vivir de cada día con la Gracia sobrenatural asistida por el Espíritu Santo.
No pensemos en cosas grandes, sino pequeñas y que están a nuestro alcance. Desde la más pequeña obediencia al servicio más humilde. Pidamos al Espíritu que nos alumbre, nos fortalezca y nos dé la perseverancia de saber mantenernos preparados, como la profetiza Ana, hasta que el Señor nos visite y se nos haga presente. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario