Me buscas Señor para salvarme. ¡Cuánto me quieres! Porque esa paciencia Tuya, sin merecer nada, de buscarme para dármelo todo, la felicidad y la Vida Eterna, nunca lo podré entender. Soy una oveja privilegiada que goza de redil y de todo lo necesario para pastar en paz, y que tengo pendiente de mí al Buen Pastor.
Por eso, Señor, te doy gracias, a pesar de no comprender el Tesoro de tu Amor y de no ser consciente de todo lo que te necesito. Gracias, Señor, porque tendría que ser yo quien te busque y, aunque me esfuerzo en ello, sólo te encuentro porque eres Tú quien te haces el encontradizo y presente en mi vida. Despierta en mí la humildad de reconocerte Señor y de tomar conciencia de mi calidad de siervo y de apreciar, como tu Madre, las maravillas que haces en mí si te respondo como tu Madre María.
Dame la Gracia de descubrir tu presencia y tu visita, porque me anuncias que has nacido, pero que también naces cada día, por si todavía no me he dado cuenta, dentro de mi corazón. Y, ¡Dios mío que grandeza!, te abajas y me pides permiso para nacer en mi corazón, porque quieres encontrarme como el Buen Pastor a la oveja perdida, y llevarme, cuando vuelvas de nuevo al final de los tiempos, al redil de tu morada eterna.
Gracias Señor y tómame en tus Manos para que eso que Tú quieres se cumpla en tu humilde siervo que quiere escucharte y servirte. Amén.
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