Primero, Señor, la Luz de la Fe. Es la más importante, porque de nada me vale ver la luz del sol y los colores de este mundo, y perder la verdadera Luz que da la Vida Eterna. Dame Señor la Luz de la Fe, porque esa Luz me hará ver los colores verdaderos que el sol atesora y la Vida Eterna.
Gracias Señor por todo lo recibido. Despierta en nosotros la gratitud de sabernos mimados por tu Amor, a pesar de nuestras dificultades y defectos. Todo es Gracia tuya, Señor, porque las dificultades y los defectos nos empuja a estar pendiente, como el ciego Bartimeo, a tu paso para pedirte curación. ¿Qué sería de nosotros si estuviésemos sanos? No sería muy difícil oírte y verte pasar, Señor.
Por eso, te damos gracias por todo lo que hemos recibido. Tanto lo bueno como lo aparentemente malo, porque lo verdaderamente importante es descubrirte y verte a Ti. Como hizo Bartimeo, y no dejar de insistir a pesar de las recriminaciones y de las dificultades. Esa es la Luz que hoy queremos pedirte, Señor. Abre los ojos de nuestro corazón para que, no sólo vean la luz del mundo, sino la única y verdadera Luz que salva para la vida eterna.
No permitas, Señor, que abandonemos y defallezcamos por las recriminaciones de los que no quieren que te insistamos o te molestemos. Tú has venido, Señor, para salvarnos y a Ti recurrimos y gritamos para que nos salves. Danos la sabiduría y aumenta nuestra fe para que nunca desistamos de estar vigilantes y atentos a tus pasos. Amén.
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