Es lógico corresponder cuando se recibe un favor o cuando se portan bien contigo. No es que nos lo exijan, pero es la inclinación natural. Nos cuesta mucho no hacerlo. Sin embargo, Jesús nos dice hoy que hagamos el bien a aquellos que no nos lo pueden devolver. O dicho de otra forma, favorece a aquellos que lo necesitan y no pueden devolvértelo.
Porque lo que no recibas aquí lo recibirás cuando resuciten los justos. Y es que siguiendo la lógica y el sentido común, todo lo que se te pague aquí no será recompensado allá. El móvil de nuestro actuar debe ser siempre la gratuidad sin condiciones y no retornable, porque esa es la actitud verdadera y la que prueba que nuestro amor es verdadero.
Sin embargo, somos conscientes de que eso no es fácil. Vencer nuestro egoísmo, nuestros deseos de fama, de destacar, de ser el centro de los demás, de ser distinguido, piropeado y ensalzado es pura tentación y nos exigirá una lucha sin cuartel y permanente. Por eso necesitamos la Gracia del Señor y la Fuerza del Espíritu Santo que nos fortalece, nos ilumina y mueve nuestra voluntad para no desistir y mantenernos siempre dispuestos a vivir en la Voluntad del Señor.
Te pedimos, Señor, que unidos a la Iglesia triunfante y purgante, nosotros, la Iglesia militante, estemos en constante oración y en mutua intercesión para que, por tu Gracia, mantengamos la pureza de cumplir tus mandamientos y mantenernos firmes en la fe y la unidad.
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