La promesa de que vendrás a liberarnos de la esclavitud del pecado sostiene nuestra esperanza y aviva nuestras fuerzas para continuar el camino. Cuando leemos las noticias de la ley del aborto; cuando leemos la ley de matrimonios entre personas del mismo sexo; cuando vemos como se destruye la familia y se alienta las separaciones y uniones de forma arbitraria.
Cuando contemplamos como el mundo, a pesar de que los hombres creen perfeccionarlo, sólo se avanza en lo técnico, pero se retrocede por dentro, en valores, en espiritualidad. Se pierde el sentido de trascendencia y se camina al caos. Caos que empieza a percibirse y experimentarse en la medida que el hombre se aleja del Señor. Nuestra Jerusalén está sitiada y amenazada de muerte.
Pero, el creyente, permanece sereno, tranquilo y, a pesar de los sufrimientos, esperanzado en la venida prometida del Señor. Porque Él viene a liberarnos y a salvarnos de la muerte y la destrucción. Por eso, Señor, confiados en tu Palabra te pedimos nos infundas valor, paciencia, firmeza y sabiduría para perseverar en Ti y defender tu Mensaje con nuestra vida hasta la última gota de nuestra sangre.
Sabemos de tu Palabra y que lo que prometes tiene seguro cumplimiento. Porque Tú, Señor, eres el Creador de todo lo que existe, tanto lo visible como lo invisible, y en Ti, todo lo profetizado ha tenido debido cumplimiento. Podemos fiarnos de Ti, Señor, y en Ti creemos y nos abandonamos firmemente.
Danos Señor la fortaleza y la voluntad de perseverar y de no ceder a las tentaciones y amenazas de aquellos que quieren alejarnos de Ti y que desistamos de seguirte. Amén.
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