Si te haces la pregunta de: ¿Puedo amar sin esperar recompensa?, comprenderás enseguida que el corazón humano es incapaz de actuar así. Siempre, cuando hacemos y nos damos a alguien por su bien, esperamos que nos correspondan y nos den las gracias. Al menos desaire murmuramos o pedimos explicaciones. Incluso en las relaciones padres e hijos.
Nuestro corazón humano no es libre y está apegado a los intereses y beneficios. Es un corazón esclavizado y sometido a la ley humana. En todo lo que hace busca una recompensa. Luego, ¿cómo podemos actuar de forma desinteresada y gratuita sin esperar nada a cambio? ¿Quién nos propone actuar así y quién lo ha hecho? La respuesta la encontramos en el Evangelio de hoy y en el estilo de vida de Jesús. Él nos ama sin pedirnos nada a cambio. Soporta pacientemente nuestra indiferencia y hasta nuestro rechazo, sin pestañear ni cambiar su manera de amarnos. De no ser así ya estaríamos perdidos.
Por eso, Señor, te pido que nos enseñes a amar como nos amas Tú. Te pido que nos cambie nuestro corazón humano endurecido por el pecado y que nos pongas un corazón nuevo, suave, humilde, generoso, bueno y manso como el Tuyo. Sabemos, Señor, que sólo por tu Gracia y abiertos a la acción del Espíritu Santo podemos encontrar la fortaleza, la voluntad y la sabiduría para poder transformar nuestro corazón y poder amar como Tú nos has enseñado a amar.
Gracias, Señor, confiado en tu Gracia abrimos nuestros corazones para que, de tu Mano generosa, nuestro corazón endurecido se vaya transformando en un corazón amoroso y misericordioso como el Tuyo. Amén.
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