Sin darnos cuenta pensamos que es Dios quien tiene que abrir la puerta de mi corazón. Y es verdad que Dios nos busca primero, nos ha pensado desde el principio antes de que fuésemos engendrado en el vientre de nuestras madres y permanece hasta el final de nuestras vidas con los brazos permanentemente abiertos. Y es verdad que sale siempre en nuestra búsqueda y da el primer paso. Pero, hay algo que necesita porque así lo ha querido, nuestra libertad.
Nos ha creado libres y sin nuestro permiso no dará un paso. Necesita que tú y yo creamos en Él y le abramos nuestro corazón. Es lo que hizo Zaqueo, encontrarse con Jesús y dejándole entrar en su casa le abrió su corazón. Y éste se iluminó y se llenó de verdadero amor. Ahora, ¿queremoso nosotros abrirnos como Zaqueo y dejar que Jesús transforme nuestros corazones?
Esa, al menos es mi intención y eso es lo que le pido al Espíritu Santo, que haga el milagro de ir transformando mi corazón endurecido, apagado, egoísta y lleno de impurezas en un corazón suave, tierno, humilde, generoso, compasivo y amoroso. Un corazón como el Tuyo, Señor, para amar como Tú, mi Dios, lo haces. Amén.
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