Estamos llamados a dar testimonio de que somos hijos de Dios y que en consecuencia, reflejamos su estilo de Amar como y en correspondencia al amor recibido de Él. Y, si no lo reflejamos es que nos hemos desviado del camino. No estamos siendo fieles a nuestra verdadera y única misión.
Ahora, una cosa es importante y vital, solos no podremos sostenernos fieles. El mundo nos seduce y nos vence. Necesitamos caminar unidos al Señor y abiertos al Espíritu Santo. Con su venida –Pentecostés – fue cuando los apóstoles comienzan a proclamar el Evangelio. Y lo mismo ocurrirá con todos nosotros. Hablaremos de Cristo y de su mensaje cuando nuestro corazón, abierto a la acción del Espíritu Santo, se deje conducir y llenar de su Gracia.
Pero, no esperemos a que venga y actúe el Espíritu, ya está en nosotros, desde la hora de nuestro bautismo, en nuestro corazón. Ahora, pidámosle que actúe y que nos llene de su Gracia para, fortalecidos en Él, reflejar con nuestra vida – sencilla y humilde – su Palabra. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario