Cuando pretendemos buscar la santidad por nuestra cuenta cometemos un gran y grave error. Porque, hacerlo es sinónimo de ignorancia, de desconocimiento y de necedad. Porque, nuestras limitaciones y naturaleza, herida por el pecado necesita, primero, limpiarse para luego, limpio, buscar la santidad. Y nadie podrá limpiarte sino el Señor. Él es el único Señor que, además de quererte es infinitamente misericordioso.
Conviene, pues, abrirnos al Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios y, redimidos en el Hijo, con y por su Pasión y muerte, suplicarle que nos inunde de su Gracia para, llenos de su Amor, esforzarnos en ser pobres en el espíritu; llorar con los que lloran; sufrir con los que sufren; permanecer ansiosos de hambre y sed de justicia; generosos en misericordia; limpios de corazón; trabajadores por la paz; felices y alegres en las persecuciones y dichosos cuando somos insultados, perseguidos y calumniados por causa de nuestros Señor Jesús.
Estemos alegres y contentos - nos dice Jesús hoy en el Evangelio - porque nuestra felicidad será grande en el cielo. Y eso queremos pedirte, Señor, fortalecernos en tu Amor para, asisitido en el Espíritu Santo, vivir en el camino de esa ruta que Tú nos propones de la "bienaventuranzas" Amén.
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