Es posible que creyéndonos tan cerca, y de los primeros, estemos más lejos de lo que pensamos. Corremos el peligro, quizás sin darnos cuenta, de hacernos y fabricarnos un dios a nuestra manera. Un dios para nosotros que se adapte a nuestros planes, a nuestros ruegos y peticiones. E incluso, con el que nos enfadamos cuando las cosas no suceden como nos gustaría y queremos.
Nos elaboramos un dios a nuestra medida y que responda a nuestras rogativas y preguntas, que previamente hemos elaborado nosotros mismo. Un dios cómodo y que atiende a nuestros intereses y planes. Un dios que nos da trabajo, nos resuelve nuestros problemas y nos presenta una ruta que no nos exige grandes sacrificios o renuncias y se ajusta a nuestras comodidades. Es decir, un dios al que yo, de alguna manera, dirijo y que también de alguna manera fabrico.
Y eso, aparte de ser un camino peligroso y equivocado, es un camino cómodo del que salir nos costará esfuerzo y renuncias. Y, consciente de ese peligro, elevamos nuestro corazón, Señor, para pedirte que nos incluya en el grupo de los últimos y que cambies nuestros corazones para no exigir ni poner nuestras apetencias e intereses en primer lugar sino aceptar tu Voluntad. Tú siempre, Señor, el primero y, no según mis planes, sino según tu Voluntad. Amén.