Es fácil decirlo y también contarlo, pero, perseverar se hace muy difícil, insoportable y cuesta arriba. Necesitamos, Señor, tu presencia y tu Gracia para sostenernos perseverantes en la oración, despiertos y llenos de esperanza.
Danos, Señor, esa voluntad como la profetisa Ana para tenerte en el centro de nuestra vida y estar siempre pendiente de Ti. ¡Señor, que Tú seas el centro y los pasos a seguir así como el camino que hemos de recorrer!
Pero, Señor, que nunca busque mi gloria ni destacar por encima de los demás ni arrancar admiración de los demás, pues, eso sería mi perdición y la satisfacción de mi egoísmo. Sería un gran peligro y una gran amenaza que provoca mi alejamiento de Ti. Y eso, Señor, sería mi perdición. Quiero, Señor, y te lo ruego, que siempre mi vida siga tus pasos y que te busque a Ti para ofrecerte lo que he recibido de Ti gratuitamente y generosamente para tu Gloria.
Porque, Tú, Señor, eres el centro de todo y la causa de todo mi amor y actuación. Por tanto, ¿qué mérito entonces voy a adjudicarme? Simplemente, Señor, darte gracias de antemano, porque sé que estás pendiente de mí, me escuchas, me atiendes y me acompañas. Amén.