Sabemos que hay una meta y hacia ella caminamos. Pero, el camino no está exento de peligros y tentaciones (embriaguez, sexo, libertinaje, juergas inquietudes…etc.) que nos dificultan el sostenernos firmes en la fe y seguimiento del Señor. Esperamos su venida – momento final – que puede llegar en cualquier momento – no sabemos cuándo – pero, sí sabemos que llegará. Y eso debe bastarnos para estar en todo momento preparados, atentos y vigilantes.
Nuestra vida tiene un recorrido que debemos aprovechar, porque, no sabemos ni el día ni la hora de su final. Y ese final marcará también el día y la hora de nuestro encuentro con el Señor. Y, de no estar atentos podemos ser sorprendido en esa forma de vida despreocupada, indiferente y entretenida en simplemente pasarlo bien pensando sólo en nosotros y nada más.
Pidamos no relajarnos ni estar indiferentes a la presencia del Señor. Pidamos, caminar vigilantes y en constante preparación con la oración, reconciliación (Penitencia) y Eucaristía, armas que nos ayudaran a estar en actitud de espera y atentos a la Palabra y presencia del Señor. Pidamos, vivir en esa dinámica de oración, de constante diálogo con el Señor y de fortalecernos en su Palabra y con la asistencia de su Espíritu, que nos auxilia y asiste. Pidamos estar expectante a su venida cuando decida que nuestra hora llegue a su final. Amén.