Se hace necesario despojarse de aquello que nos incómoda y no nos deja, ni ver, ni razonar. La ambición de poder nos impide ser libre y nos ciega hasta el punto de osfuzcarnos e impedirnos razonar y reflexionar con sentido común. Un ejemplo claro lo tenemos en los momentos graves y caótico por los que pasa nuestro Parlamento. Es imposible llegar a acuerdos, que, por otro lado, no son disparatados ni tan difíciles de llegar.
Hay muchos puntos en común, pero nadie quiere dar el brazo a torcer y no dejar de tomar su trozo de tarta que tanto anhela. Nadie se da gratis, y todos reclaman sus beneficios e intereses. Todos exigimos nuevos signos de poder para abrirnos a la fe. Una fe que exige pruebas, deja de ser fe, porque la fe reside en fiarse sin ver.
La Palabra de Dios nos debe bastar, porque con su Vida, el Hijo, nos ha dado testimonio y pruebas para creer en Él. Nos libera del mal y nos ofrece paz y vida eterna. Y lo experimentamos desde lo más profundo de nuestro corazón. Eso sí, tendremos que luchar contra el mal que el demonio trata de hacernos para no dejarnos pensar y confundirnos. Y eso no lo podremos hacer solos, sino injertados en el Espíritu Santo, que nos asiste y nos fortalece.
Por eso, Señor, te pedimos la sabiduría, la fortaleza y la Gracia de mantenernos en tu presencia para impedir que el demonio nos pueda sorprender y confundir. El mundo nos tienta y nos distrae, consiguiendo que nos debilitemos y nos rindamos a la seducción de la carne y del demonio. Pero, permaneciendo en Ti, Señor, lograremos rechazar todas esas tentaciones que nos amenazan y nos debilitan.
Ven Espíritu Santo y danos la fuerza y el poder de sostenernos fieles y en la presencia del Señor, y rechazar las seductoras ofertas del mundo, demonio y carne. Amén.