Limpia, Señor, mi alma de toda doblez, de toda mentira y de vivir con y en apariencias según cada una de las circunstancias de mi vida. Que sea siempre el mismo y que mi vida sea transparente, limpia y humilde. Porque de esa manera te encontraré, Señor, como ocurrió con Natanael.
Porque, Tú, Señor, sólo puedes estar en la verdad y la justicia y, sobre todo, en la Misericordia. Quieres misericordia porque Tú eres misericordioso. Por eso no hay que mentir sino mostrarse tal y cual se es, porque Tú sabes como son cada una de tus criaturas.
Mostrándonos como somos, sin dobleces, estamos reflejando como Dios nos ha hecho. Y Dios no hace nada malo. Somos, eso sí, pecadores por nuestra naturaleza caída por el pecado, pero arrepentidos y humildes, postrados ante el Señor, suplicamos alcanzar su perdón y misericordia.
Así, unidos a Natanael proclamamos que Tú, Señor, eres el Rey de Israel, y te suplicamos que nos limpies de toda inmundicia y de todo pecado. Danos, Señor, tu salvación y la gloria de ver los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre. Amén.
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