La bombilla de nuestro corazón debe permanecer encendida las veinticuatro horas del día. Sí, digo bien, las veinticuatro horas del día, incluso las ocho, aproximadamente que permanece en estado de letargo o durmiendo, porque nuestro corazón no descansa y sigue latiendo. Nuestra luz nunca debe apagarse, porque en nuestro corazón habita Dios y Él es precisamente la Luz.
Sí, Señor, danos la energía de permanecer constantemente todas las horas del día y noche en permanente resplandor, dando luz, esa luz que emana de tu Energía y de tu Sol incandescente que irradia paz, armonía, serenidad, gozo y amor. Sí, mi Señor, alimenta nuestra humilde y sencilla fuente de amor, para que nuestro simple y humilde corazón refleje cada instante del día tu Imagen y tu Bondad amorosa.
Revístenos, Señor, de tu Gracia para que transmitamos y proclamemos cada momento de nuestra vida tu Imagen, y para que todos aquellos que se acerquen a nuestra vida te perciban a Ti. Porque no sea otra cosa sino tu Resplandor y tu Gracia lo que se refleja en todos nuestros actos y acciones de cada día y a cada instante.
Danos, Señor, la perseverancia y la sensatez de tener nuestras lámparas bien llenas y repletas de tu Gracia, para que alumbren intensamente e irradia tu Palabra de Amor y Paz. Y danos también la prudencia, como aquellas cinco vírgenes sensatas, para que tengamos siempre dispuesta las alcuzas de nuestros corazones y prestas a ser renovadas y alimentadas por tu Espíritu.
¡Oh, Señor, que no perdamos la estela que nos ha dejado tu Madre, nuestra Señora y Virgen prudente, que siempre, atenta y dispuesta a escuchar y cumplir tu Palabra, nos ha alumbrado con su testimonio de luz para que, encontrando el único y verdadero camino, no nos perdamos en la oscuridad del mundo que te rechaza. Amén.
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