¿Cuántas veces nos hemos resistido a la llamada de Dios? ¿Cuántas veces le ponemos condiciones a sus planes y proyectos sobre nosotros? Tratamos de atarle las manos e imponerles nuestros planes e ideas. Y estas siempre de forma que nos sean favorables. ¿No es eso exigirle pruebas y prodigios como aquellos escribas y fariseos? Por lo tanto, no miremos de forma despreciativa y acusadora a aquellos escribas y fariseos, sino que tratemos de mirarnos profundamente nosotros mismos.
Y eso es lo que tratamos de pedirte hoy, Señor. Danos la capacidad de saber mirarnos a nosotros mismos, y de la capacidad de discernimiento, para darnos cuenta de nuestros pecados y de nuestros rechazos. De descubrirnos lo lejos que estamos de cumplir con tu Voluntad, y de reconocernos que buscamos cumplir la nuestra y no la Tuya. Perdona, Señor, nuestras mentiras e hipocresías.
Y, reconociendo que eres un Padre Misericordioso, volvemos la mirada hacia Ti y te pedimos que nos des la fortaleza y la voluntad de, arrepentidos, saber aceptarnos pecadores. Y abiertos y disponibles a tu Palabra esforzarnos, cada día, en la lucha de vencernos y renunciar a nosotros para vivir en el amor por tu Amor. Por eso, Padre, confiados a tu Palabra, te damos gracias por tu Redención, que nos salva y nos hace hijos de tu Padre Dios.
Gracias, Señor, por tanta Gracia y por el regalo de la vida. Gracia, Señor, por darnos la oportunidad de, perdonándonos, salvarnos y regalarnos la dicha de la Vida Eterna. Sí, Padre, es un misterio tanto Amor, que no entendemos. Porque, indudablemente, no nos lo merecemos. Y, porque, encima, no estamos a la altura de corresponderte en el cumplimiento de tus mandatos.
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