Sin la oración nos perdemos, y perdemos, valga la redundancia, el horizonte de nuestra verdadera y única meta. La necesitamos como el agua, pues sin ella nuestra alma se muere, y nuestro cuerpo se pierde. Danos, Señor la sabiduría de buscarte y de abrirte nuestro corazón y de tenerte como el centro y norte de nuestro mundo.
Danos, Señor, la sabiduría de entenderte y de seguirte, y nunca rechazarte. Danos, Señor, la sabiduría de saber utilizar nuestra libertad y elegir seguirte y vivir en tus mandatos. Danos, Señor, la fortaleza de luchar contra las fuerzas del mal y de anteponer los intereses económicos y de este mundo a tu Divinidad y Poder. Ayúdanos a descubrir tu Bondad y tus buenas acciones para bien del hombre, y, a pesar de nuestros errores y malas acciones, Tú, Señor, continúas dándonos buenas obras y sosteniéndonos la vida.
Gracias, Señor, por tu Misericordia, porque a pesar de tu Inmenso Poder, te empequeñeces delante del hombre y te muestras impotente, dejándole hacer su voluntad. Hasta el punto de rechazarte, ofenderte y negarte. Y, a pesar de todas esas afrentas, Tú continúas ahí, con los brazos abiertos esperando su conversión y arrepentimiento. No merecemos nada eso, y, sin embargo, Tú, Señor, permaneces firmes y pendiente de cada uno de nosotros esperándonos.
Danos, Señor, la fe de creer en tu Palabra, y de mostrarlo con nuestros actos y nuestra vida. Tendemos a valorar más lo material, lo que es de este mundo y perece, y nos olvidamos de lo permanece y cuenta para la verdadera vida, el amor. Ponemos en el centro de nuestro camino al poder y bienes materiales, y desplazamos al hombre, relegándolo a simple mercancía u objeto.
Danos, Señor, la sabiduría de poner a la oración en el centro de nuestra vida. La oración que nos relaciona contigo y nos ayuda a cumplir tu Voluntad. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario