Quiero no perderte de vista y, al menos, estar contigo unos minutos cada día. Unos minutos en los que hablar y donde pueda contarte mis planes, mis propósitos y mis fracasos. Unos minutos donde pueda confesarte mis aspiraciones y mis posibles errores. Unos minutos donde pueda hablarte de mis debilidades, de mis caidas, de mis problemas y de lo mucho que me cuesta, en muchos momentos, seguirte.
Unos minutos donde pueda pedirte ayuda y abrirme a tu sabiduría para poder entender este mundo difícil y peligroso. Unos minutos donde me ponga en tus Manos para que, como buen cirujano, hagas en mi corazón la transformación de amarte y amar a los demás. Unos minutos donde pueda escucharte y, ahogado en la paciencia y la paz, experimentar tu presencia y tu inmenso amor. Unos minutos para cargarme de tu Gracia para continuar el camino de cada día siempre en tu presencia y tu amor.
Porque, ¿a dónde voy sin Ti, Señor? ¿En quien me voy a apoyar y mirar? No sabría qué hacer, ni tampoco a dónde ir sin Ti, Señor. Sin Ti mis referencias serían finitas, caducas y corruptas por el pecado. Necesito a alguien limpio, puro, inmaculado y fuera de toda duda, es decir, creíble. Necesito a alguien perfecto, infinito, bondadoso, amoroso y verdadero amigo, dispuesto a dar la vida por mí. Y con poder para librarme de la esclavitud del pecado, que me somete y me castiga. Pero, ¿dónde está esa persona que pueda salvarme por amor?
Porque, debo de confesar que no merezco tal salvación por mucho que haga. Ni tampoco alcanzaré méritos ni perdón por mis obras. Todo será gratuito, por amor y misericordia, y eso está por encima de nuestra naturaleza humana. ¿Quién, pues, si no Tú, mi Señor? Sólo Tú, Señor, eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo que, encarnado en Naturaleza humana en el seno de María, has venido a salvarnos y a mostrarnos el camino de salvación. Por eso, Señor, lleno de alegría y gozo, levanto mis ojos hacia Ti, para, agradecido, adorarte y entregarte mi vida cada día. Porque, sólo Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna.
Dame, Señor, la Gracia de nunca cortar ese hilo que me une a Ti. Es más, fortalecerlo con la oración diaria contigo. Dame la sabiduría de saber dejarme acompañar por otras personas de buena voluntad, pero, especialmente, de tu Madre, que también me la has ofrecido como mi Madre. Porque, en ella encontraré a una verdadera Madre que me ayudará e indicará el camino que conduce a Ti. Amén.
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