Sucede que caminamos confundidos, y lo hacemos cuando ponemos toda nuestra felicidad en las riquezas y los bienes. La experiencia nos dice que en ellas no se encuentra esa felicidad que buscamos. Es verdad que, aparentemente, parece que sí, pero luego no es así. Conocemos muchas riquezas cuyos dueños terminan mal, tristes y enfrentados. Porque la ambición rompe el saco.
Y si la felicidad no está en las riquezas, ¿dónde está? También lo hemos experimentado, pero quizás nos dejamos deslumbrar por los espejismo de la riqueza y del poder y no nos lo deja ver. ¿No tienes tú experiencia de sentirte en paz y en gozo? Y cuando lo has experimentado, ¿por qué te ha ocurrido? ¿Acaso no te has dado cuenta que ha ocurrido cuando has obrado rectamente y desinteresadamente? Es decir, ¿cuando has amado?
Ahí está el secreto. Cuando eres un hombre bueno y te comportas con honradez y justicia, experimentas esa bondad que te hace sentirte bien y en paz. Es en Dios donde encontramos esa bondad y esa paz que nos hace experimentarnos felices. Y eso es así porque Dios es Bueno y es Paz. Recordemos que Jesús, el Señor, en sus repetidas apariciones siempre saludaba con la paz.
Por lo tanto, no te esfuerces en acumular bienes y tesoros en este mundo, ¿nos suena eso, verdad? -Mt 6,19-20- y trata de vivir en la bondad y la paz. Y eso pasa por ser generosos y misericordiosos, y repartir tus bienes materiales y espirituales en beneficios de los demás. Porque, en la medida que des, también recibirás, y en esa medida serás recompensado.
Y no en la eternidad, sino ya, porque ya es eternidad. La muerte es sólo un viaje placentero hacia la Casa del Padre, donde nos espera esa maravillosa Mansión que el Señor, nos lo ha dicho -Jn 14, 2-, nos está preparando. Tengamos plena confianza en su Palabra. Amén.
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