Hay una pregunta que se lleva grabada en el corazón. Tú, también yo, buscamos seguridad, ¿no? Claro que sí, porque en esa seguridad está contenida también tu felicidad. Una felicidad tiene que ser segura, porque si no es así no es tal felicidad. Es de sentido común que todos al buscar ser felices, buscamos la seguridad y la paz. Luego la pregunta emerge por sí sólo.
¿Qué seguridad buscas en este mundo? Porque no hay ningún seguro que te dé la garantía de evitar la muerte. Ese viaje ya está apuntado con carácter obligatorio en tu corazón. Hay que hacerlo te guste o no. Y, preguntarse qué hay detrás de ese viaje, o qué va a pasar es la mejor pregunta, y también la mejor búsqueda a su respuesta. Porque, si eso es así, que lo es, hay que prepararse para dar respuestas que nos den seguridad y, por lo tanto felicidad.
Se hace pues de primera necesidad buscar esa seguridad, y el Evangelio de hoy, muy acertadamente, nos la descubre. Se trata de ser un administrador fiel y prudente que cumpla con lo mandado por el Señor. Se trata de vivir en la actitud expectante del amor y la misericordia, para, encontrado con el Padre Misericordioso ser recibido con las puertas abiertas y bendecido amorosamente. Es en esa actitud con la que debemos ser sorprendidos para ser bien acogidos.
Por eso, consciente de nuestras debilidades, de nuestros fracasos, de nuestras pequeñeces, de nuestras distracciones y pecados, Señor, te pedimos que nos des la sabiduría de, en y con la asistencia del Espíritu Santo, sostenernos en fidelidad y servicio, según tu Amor y Misericordia para nosotros, también nosotros para con los demás. Para que, cuando Tú, Señor, decidas venir no ser sorprendidos contraviniendo tus mandatos y aferrados a nuestros vicios, pasiones y egoísmos.
Danos, Señor, la capacidad de poder vencernos y darnos en servicio y amor a los demás, y en rendir según todas las cualidades y talentos que hemos recibidos, de las que Tú nos pedirás cuenta. Iluminanos, Señor, para que no guardemos nada egoístamente para nosotros y podamos responder de todo lo que nos ha sido dado. Amén.
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