Muchas circunstancias y privilegios de nuestras vidas está en haber sabido escoger. Muchos gozan de una situación privilegiada por saber escoger y poner todos los recursos para estar allí, donde pensaba que era el mejor lugar. Cuando vemos a alguien bien situado, salvo por un golpe de suerte, suponemos que se ha esmerado y preocupado por organizar su tiempo para poder llegar allí con suficiente ventaja para elegir. Y, claro, ahora goza de una situación privilegiada.
Todo cuesta esfuerzo, sobre todo el gozar de una buena situación. Y eso vale para todos los órdenes de nuestra vida. Las cosas no aparecen de la nada, y cuando son heredadas, también hay que saber sostenerlas y cuidarlas. Y eso, como lo otro, cuestan esfuerzos y trabamos, y, sobre todo, saber elegir.
Es el caso de hoy. Marta se preocupó por tener todo a punto y bien dispuesto. No es que eso no se haya de hacer, es necesario y tiene su importancia . Pero, llegado ciertos momentos, hay que saber elegir lo más valioso y que va a incidir después en todo. Incluso en el trabajo de organizar y tener todo bien dispuesto. María, al contrario que Marta, dejó todo a un lado y se dispuso a escuchar al Señor. Lo tenía delante y no siempre se gozaba de tener a la Palabra Viva en tu presencia.
Desde esa simple apreciación valoremos ahora nosotros el privilegio de tener esa Palabra y al Señor, real y presente, en la Eucaristía. ¿Nos hemos dado cuenta que lo podemos visitar y estar con Él, igual que estuvo María, la hermana de Marta, con Él? Así es, exactamente igual. Hoy tenemos más ventaja porque conocemos al Señor y lo que nos ha dicho y prometido. Está presente, bajo las especies de pan y vino, con nosotros a cada momento. Está en los sagrarios de todas las iglesias. Es una oportunidad única.
Pidamos simplemente eso, despertar y saber elegir al Señor. Claro, nuestras obligaciones están ahí y debemos atenderlas. Es condición indispensable, pero, junto al Señor las atenderemos mejor. Lo importante es buscar espacios para estar con Él y, aparte de escucharle, atender a su Palabra, hablarle y contarle nuestros problemas, nuestras dudas y nuestros deseos de seguirle. Él nos fortalecerá y nos abrirá nuestra mente para que veamos. Tengamos confianza. Amén.
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