Perdemos la esperanza y nuestro corazón se entristece. Sin esperanza se hace difícil vivir. Todo el mundo espera algo. Y ese algo tiene un significado de avance, de mejoría, de conseguir algo mejor. No puede ser lo contrario, porque lo contrario generaría tristeza y desolación e incluso la muerte. Necesitamos creer en algo que dé sentido a nuestra vida y le dé esperanza de un mundo mejor.
Ese es el motor de tantos inmigrantes que, arriesgando sus vidas, se lanzan a la aventura de buscar y alcanzar un mundo mejor. Es una aspiración universal de cualquier hombre y mujer. Pero, podemos equivocarnos en el objetivo a buscar. Porque, sin despreciar, pues se hace necesario, luchar por conseguir unas circunstancias que nos permitan una vida mejor, debemos buscar lo que realmente vale y significa nuestra gran Tesoro. Y ese no es otro que encontrarnos con el Señor. Porque, Él es el único y verdadero Camino, Verdad y Vida.
Por eso, regresemos de Emaús y volvamos a la comunidad, al ámbito parroquial donde nos encontraremos con los hermanos en la fe y con los que podamos compartirla y fortalecerla. Volvamos con el corazón alegre, como aquellos de Emaús, después de escuchar la Palabra y ver como nuestros corazones se activan y se encienden llenos de gozo y felicidad. Volvamos con esa alegría y deseo de anunciar en todas direcciones que Cristo Vive, pues ha Resucitado.
Y eso significa que también resucitaremos nosotros. Pidamos que, como los de Emaús, encontremos al Señor y no le cerremos nuestros corazones, sino que, acogiéndole los abramos y le escuchemos atentamente con verdadera atención y entusiasmo y no le dejemos ir porque su Palabra nos entusiasma, nos alegra y enciende el corazón y nos desborda de gozo y alegría.
Gracias, Señor, por quedarte con nosotros y por acompañarnos cada día, a pesar de nuestros torpes pasos, y de, como a los de Emaús, abrirnos los ojos y encendernos el corazón llenándonos de gozo, alegría y esperanza. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario